Un pueblo encantado en Laponia - Patoneando
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Un pueblo encantado en Laponia

Después de llegar al Círculo Ártico haciendo dedo, cazando las auroras boreales y finalmente recibir la mayor recompensa -literalmente- que el cielo pudo darme, creí que ya nada me sorprendería. Había cumplido mi cometido y como es normal en el ser humano, cuando no se tiene se quiere y cuando finalmente se logra ya nos da igual. Intenté seguir subiendo y deseaba llegar hasta la punta de Noruega, pero el frío me ganó, estaba agotada y deseaba quedarme quieta y calientita en algún lugar.

Volví a bajar y llegué a la ciudad más grande de Finlandia… Kaamanen. ¡No. Es broma! En realidad es un pueblito de no más de cien habitantes, rodeado completamente de bosque nevado, casas tan distantes la una de la otra que si ves a tu vecino una vez al mes ya es bastante y para terminar el paisaje de postal, un inmenso lago congelado. Acá no hay escuelas, ni hospitales, pero sí hay un bar y un pequeño «shop» donde solo pueden comprar lo esencial, huevo, pan, leche y queso. Como dije, un pequeño pueblo, donde al parecer nada extraordinario podía pasar. Fue en el hotel de este lugar, donde vine a parar la noche que vi una AURORA BOREAL, (en mayúscula y con negrilla) y la dueña me ofreció ropa más acogedora para sobrevivir al frío intenso (La historia completa la cuento acá). Es aquí donde he vuelto a parar para aceptar la propuesta que me había hecho, de trabajar por unas horas al día a cambio de alojamiento y comida.

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El trabajo consistía en ayudar en recepción, restaurante y a recoger la nieve. ¿Por qué no? Unos cuantos días y me voy, pensé. Lo que mi YO interior no sabía, era que justamente en este pueblito donde nada extraordinario pasa y en este hotel al lado de una carretera por donde casi nadie transita, era donde iba a aprender y absorber la verdadera cultura de la Laponia, y cuando digo verdadera, no me refiero a los Tours que te venden la ida a los museos, motos de nieve, trineos en Huskies, fotos con renos y todo eso que vemos en las pelis; me refiero a lo que tan solo un local te podría contar y enseñar, y eso, señores y señoras para mí, no tiene precio.

 En el hotel se encontraba trabajando una chica de Malasia, Ying Ying, con la que no solo compartí la habitación sino también «momentos latinos» en los que escuchábamos salsa, merengue, reggaeton y champeta (música de descendencia africana típica de la costa norte de Colombia). Lo mejor de todo esto, es que toda la música se encontraba en su celular, no en el mío, todo fue producto de un viaje de varios meses por Suramérica, uno de los mejores lugares del planeta, según ella.  Es una de esas personas con las que me gustaría pasar más tiempo. Ya le dije que me adoptara y me llevara a Asia, un continente con el que sueño a diario, algún día llegará mi turno, mejor ir despacio, las prisas no traen nada bueno.

Hablando de prisas, ¿Ya te conté que en este lugar el tiempo pasa más lento? Es como si fuera un pueblo encantando, de esos que leía cuando niña, con bosques llenos de nieve, ardillas y pájaros cantando, renos que pasan a tu lado y si tienes suerte puedes darles de comer estirando tus manos, de hecho no me sorprendería encontrarme con un hada o algún otro ser imaginario. Pensaba incluso que sería un buen lugar para vivir pero luego me acordé que hace MUCHO frío y entre diciembre y enero el sol no se pone.  No sé, no me gustaría. Tan solo en estos días el sol sale a las nueve de la mañana y se oculta a la una de la tarde y me siento enferma, con sueño a toda hora y ni te hablo de la comida, desayuno al mediodía, almuerzo a las cuatro de la tarde y no me da hambre en la cena. Estás anímica, diría mi mamá.

Aquí estoy con Ying Ying

Aquí estoy con Ying Ying…

y aquí con el alie, perdón, el muñeco de nieve que Ying Ying hizo

y aquí con el alien, perdón, el muñeco de nieve que Ying Ying hizo

Un atardecer a la una de la tarde

Un atardecer a la una de la tarde

Por cierto, hablando de comida, acá comen bastante salmón, carne de reno -sí, leíste bien, de reno-, puré de papa, pescados y algunas frutas derivadas de las famosas «berry», blackberry, rasberry, cranberry y probé la famosa lingonberry, que según el traductor de Google es arándano, pero no sabía que era tan ácido. Lo comen frío, con caramelo o yogur, creo que en el hotel debieron pensar que tenía un problema en la cara porque no dejaba de hacer muecas cuando lo masticaba. En fin, la comida me gusta, no es de mis favoritas, pero me gusta. Hace unos días uno de los mejores amigos de Agle, ahh si, olvidé decirte, la dueña del hotel se llama Agle, una Estoniana que se enamoró hace doce años de un finlandés y ambos compraron este hotel «en medio de la nada», como ella dice. En fin, siempre me voy por las ramas, te decía que su amigo Hannu nos invitó a Ying Ying y a mí a un asado tradicional de Laponia. Fuimos a su casita en medio del bosque -el mismo bosque encantado del que te hablo arribita- rodeado de pinos y muuuuucha nieve, me encantó. El asado lo hicimos en una carpa estilo indígena que se ven en las películas. Acá son típicas porque era donde vivían los Samis, el pueblo indígena de Laponia. En esa carpa Hannu puso la leña, prendió el fuego y empezamos a comer. No, perdón, vamos por orden, primero puso las salchicas, las comimos, luego puso la masa para pancakes (hecha por Agle) y junto con una mermelada de arándano o crema chantilly, la comimos. Delicioso.

Las "lingorberry" con caramelo

Las «lingonberries» con caramelo

El plato típico: Carne de reno, puré de papa, pepinillos y mermelada de arándano

El plato típico: Carne de reno, puré de papa, pepinillos y mermelada de arándano

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En el desayuno suelen comer porridge (gacha en español). Calientan granos de avena con agua y/o leche y lo sirven con mermelada de arándanos.

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Hannu, el famoso del pueblo

Hannu, el famoso del pueblo

Ella es Agle, la dueña del hotel

Ella es Agle, la dueña del hotel

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Ahora que nombro a los Samis ¿Sabes quiénes son? Son el pueblo indígena de Laponia, los primeros nativos en estas tierras lejanas y frías. Se encuentran en la región de Laponia de Suecia y Noruega también. En la actualidad ya han mezclado su cultura con la finlandesa y pocos siguen hablando su dialecto, ya están muy «finlandisados» (??¿De dónde saco tantas palabras?) aunque la mayoría -casi todos- siguen con la tradición de criar renos. Ahora que hablo de renos, hace unos días visitamos un lugar especial, lejos del mapa, donde solo le permitían la entrada a locales y pues nosotras fuimos de VIP porque Hannu (que es como el famoso del pueblo) nos invitó y pidió permiso para llevarnos. Permiso concedido.

Atención a lo que voy a escribir en el siguiente párrafo, dudé mucho en hacerlo por que en un blog de viajes es difícil escribir sobre las experiencias sin dar tu punto de vista, pero haré una excepción, no lo haré. Simplemente escribiré lo que vi. Cada cultura tiene sus propias tradiciones y el viajero ve, analiza y muchas veces debe callar.

Cuando llegamos estábamos muy emocionadas, en nuestras mentes teníamos la idea de ver a los renos, tocarlos, tomarles fotos, pero no. Nuestro cuento de hadas estaba lejos de la realidad. Cuando llegamos a la especie de finca, rodeada de varias cabañas, notamos enseguida un gran corral con barras altas de madera. Saludamos y nos invitaron a tomar té en una de las casitas, hacía frío y estaba nevando. Mientras nos servían, sacamos nuestras cámaras y preguntamos la hora en qué veríamos a los renos para sacarles fotos. La señora inmediatamente nos dijo que por favor solo le tomáramos fotos a los animales y no a las personas que hacían su trabajo. No hay ningún problema, dije. ¿Recuerdas que te conté que los Samis se dedican a la cría de renos? Cada familia cuenta con al menos 400 pero los tienen al aire libre, en la naturaleza, pueden ir a donde quieran, exceptuando unas diez veces al año donde los renos son devueltos a esta especie de corral gigante y cada familia los identifica por los números marcados en sus cuellos. Las personas toman al reno por los cuernos y deciden qué hacer con él. Si está enfermo la veterinaria se encarga. Muchos le cortan los cuernos, los mandan a otro corral aparte o los mandan de regreso a la naturaleza. Hacen esto durante varias semanas, cada familia debe contabilizar sus 400 renos. Esta tradición la realizan desde hace siglos atrás.

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Una tienda típica sami

Una tienda típica Sami

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Esta foto fue cortesía de Ying Ying, puedes ver más de sus fotografías en su cuenta Flickr

Me sentí como cuando un niño aún cree en Papa Noel y un día baja las escaleras y encuentra a su papá poniendo los regalos debajo del árbol. Hablo justamente de Papa Noel porque la leyenda dice que vive acá, en Laponia de Finlandia, en la ciudad de Rovaniemi, así que el ejemplo encaja perfecto en el lugar de los hechos. Pare de contar.

Bueno, me voy, Ying Ying me invita al sauna del hotel… S-A-U-N-A, la única palabra finlandesa más escuchada en el planeta. Acá son adictos a esto, es una necesidad. Escuché que en el país hay más de dos millones de sauna, es decir, las suficientes para acomodar a los casi seis millones de habitantes. Las hay de leña, eléctricas y de humo. La tradición es entrar por unos minutos y luego salir casi desnudo a la nieve. Hace unos días lo intenté pero algo debí haber hecho mal porque el frío a los pocos segundos me ganó. Como siempre digo: «Too much» para mi cuerpo caribeño.

Bueno, ahora sí, me retiro lentamente y vuelvo a la realidad de mi pueblo encantado en Laponia. Un lugar donde aparentemente nada extraordinario pasaba…. Donde aún me encuentro flotando en este cuento de hadas.

Si quieres ver más fotos de este pueblo encantado puedes pasar por mi página de Facebook y si te suena ver a Ying Ying bailando música colombiana puedes ver el vídeo en mi cuenta de Instagram
Lina Maestre
Lina Maestre
Soy Lina. Viajera, creadora de contenido, autora y emprendedora. Soy la que escribe, toma fotos y edita este blog. Nací en Colombia y he viajado en solitario y en pareja por más de 40 países. Soy autora del libro El Arte de viajar sola y la creadora de Ellas por el Mundo (una agencia de viajes para mujeres). Acá encontrarás relatos de viajes, consejos y guías de destinos e inspiración para tus viajes. Puedes ver mi día a día a través de Instagram.

4 Comments

  1. Dayana dice:

    Que lindo post! Bello viaje mujer!

  2. […] caminando a un ritmo lento, que no impacienta. Recordé que en el Círculo Polar Ártico el tiempo iba a paso de tortuga por la falta de sol. Casi todo el día en la penumbras me hacía pensar que el tiempo tenía otra […]

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